viernes, 1 de agosto de 2008

Leer la hora en las estrellas

Antonio Suárez. Siempre me ha llamado la atención el interés desmedido que ha tenido la Humanidad por medir el tiempo y, sobre todo, como se las ha ingeniado una y mil veces para construir relojes que han ido superando infinidad de inconvenientes, hasta llegar a la complejidad y variedad actuales.

Con la invención del primer reloj nos imaginamos que al principio se trataba sólo de afinar el momento en que un grupo de personas se citaban para tirar unas flechas a los del poblado de al lado, o de medir las intervenciones de los senadores en los antiguos parlamentos, o de conocer la hora exacta de inicio de alguna suntuosa celebración de estado. Y aunque en ese terreno una de las formas más elementales para saber la hora consiste en leer las sombras que proyecta un palito expuesto al Sol; de aquello, hemos pasado con el transcurso del susodicho tiempo a la precisión y sofisticación más inaudita. Y la cosa fue a peor con la desgraciada idea de incorporar nuevas funcionalidades a esos contadores de tiempo del demonio, como la inmisericorde función de despertador. Maldita la hora.


Nocturlabio, instrumento andalusí
para leer la hora en las estrellas
Exposición: "La ciencia en el mundo andalusí"
Sevilla, junio de 2006 - Obra social La Caixa
Fotografía: A. Suárez

De todas las formas que se han ideado para saber la hora y hasta donde alcanzamos, la que sugiere un punto de cierto romanticismo, por su encanto, es la que consiste en leerla en las estrellas. Fascinan aquellos tiempos en los que, probablemente, dos amores para reunirse lo antes posible, lo hacían refiriéndose a los momentos del alba o del ocaso, o a más largo plazo, citándose en el próximo eclipse de Luna (que para un lugar determinado ocurre cada casi dos años). O acaso si había poco interés en la compañía, lo mejor era aplazar el encuentro hasta el próximo eclipse de Sol, que sucede cada 370 años de media, para un mismo lugar de observación. Que forma más elegante de dar largas.


 Reloj de candela
Se construye con una vela de cera con mecha
de algodón, de modo que pueda permanecer
ardiendo desde la puesta del sol hasta su salida.
Exposición: "La ciencia en el mundo andalusí"
Sevilla, junio de 2006 - Obra social La Caixa
Fotografía: A. Suárez

Es sabido que desde tiempos lejanos los astrónomos se citan para compartir grandes momentos de observación en Luna Nueva, que es cuando disfrutan de más oscuridad en el cielo y cuando sus telescopios ofrecen mejores vistas.

Sin ponernos fatalistas con el inevitable paso del tiempo, describimos a continuación como nuestros ancestros con una simple mirada a las estrellas averiguaban certeramente la hora, y como ese conocimiento, hoy casi extinguido, puede llevarse a la práctica en cualquier noche estrellada.

Para leer la hora en las estrellas, lo primero que haremos, si nos encontramos en el hemisferio norte de la Tierra, será localizar al Norte la estrella Polar, que es la estrella que más destaca en la Osa Menor. Esta estrella debemos imaginarla en el centro de un gran reloj circular y mentalmente la conectaremos, con una línea imaginaria, con otra estrella cercana denominada horologial. Esa línea será la manecilla que marca las horas en nuestro reloj estelar.

 Reloj estelar
En la imagen: la estrella Polar en el centro y
Kochab marca las seis en el reloj estelar
(25 de agosto de 2008, 0h 15 minutos)

Recordemos que la estrella Polar se sitúa sobre el Polo Norte terrestre y permanece casi inmóvil en la misma posición a cualquier hora del día. Sin embargo, por el movimiento de rotación de la Tierra percibimos que el resto de estrellas giran alrededor de la Polar, completando una vuelta cada 24 horas. De este detalle podemos deducir que nuestro reloj estelar en vez de tener marcadas 12 horas, tendrá 24, que son las horas de un día terrestre. Otro detalle trascendental es que la Tierra rota de Oeste a Este y el movimiento que observaremos en la manecilla será en sentido contrario al de un reloj convencional.

Como estrella horologial elegiremos, en nuestro caso, a Kochab que también pertenece a la Osa Menor y nos fijaremos para un momento dado qué hora marca en nuestro reloj estelar. Luego, para calcular la hora solar sumaremos siempre 33 a la hora leída y al valor resultante restaremos el número de quincenas que han transcurrido completas a lo largo del año hasta alcanzar la fecha en que realizamos la observación. Finalmente, sólo si el número resultante es mayor que 24, le restaremos 24 para que sea inferior.  ¡Ya hemos calculado la hora!

Hora = 6 (posición de Kochab) + 33 (valor horologial) - 15 (quincenas) = 24


En el libro “A ras de Cielo”, del astrónomo y divulgador cordobés David Galadí-Enríquez, podemos encontrar un capítulo dedicado íntegramente a este menester, utilizando incluso otras estrellas horologiales y desde el hemisferio sur. Además, el autor ha sabido describir magníficamente a lo largo del libro los fenómenos astronómicos que suceden cotidianamente y que pueden observarse a simple vista. De alguna forma, Galadí-Enríquez desmenuza a la naturaleza misma que se sitúa sobre nuestras cabezas y consigue que demos el valor que se merece a aquellos episodios que ocurren en el cielo, al alcance de nuestros ojos. Bendita la hora.

 A ras de cielo
ISBN: 978-84-96968-47-9
Páginas: 192
Tamaño:: 16x24
Cartoné con sobrecubierta
PVP: 20,95 euros
Editorial Almuzara